Ximénez, Fray Francisco – Capítulo XI · Onomástico
(Écija, España 1666 - Guatemala, 1722).
Fue un fraile dominico español reconocido por su conservación del narrativo Popol Vuh.
Su texto conservado en columnas paralelas en quiché y en español fue considerado como un libro sagrado de los mayas cuando fue descubierto en 1840.
Roberto Gutiérrez Martínez
Generalidades sobre los principios y valores (parte I)
Ambos orientan nuestras decisiones, determinan nuestras prioridades y moldean nuestro carácter.
Hoy iniciaré una serie de cuatro artículos sobre principios y valores. Necesitamos regresar a nuestras bases morales y espirituales por el bien personal, familiar y porque no, también de nuestra nación
Los principios y valores son fundamentos esenciales de la conducta humana. Ambos orientan nuestras decisiones, determinan nuestras prioridades y moldean nuestro carácter. Sin embargo, aunque están estrechamente relacionados, no significan lo mismo.
Los valores son cualidades que una persona considera importantes para guiar su vida. Son convicciones internas que dan sentido a nuestras acciones y reflejan lo que apreciamos como bueno o correcto. Ejemplos de valores son la justicia, el respeto, la bondad o la solidaridad. Estos valores inspiran y motivan nuestro comportamiento diario.
Los principios, en cambio, son verdades universales y permanentes que sirven como normas de conducta. Mientras los valores pueden variar culturalmente, los principios son inmutables y trascienden el tiempo. Un principio no se adapta al contexto, sino que permanece firme. Por ejemplo, “amarás a tu prójimo” o “no robarás” son principios que vienen directamente de la ley moral de Dios.
En la vida cristiana, tanto los principios como los valores se encuentran en la Palabra de Dios. La Biblia revela el carácter santo y perfecto del Creador, quien nos enseña cómo vivir conforme a Su voluntad. Los valores bíblicos no son meras sugerencias, sino llamados divinos a la transformación del corazón y a la obediencia espiritual.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. — Salmo 119:105
Por lo tanto, la Biblia es la fuente suprema de nuestros principios y valores. En ella encontramos dirección para cada aspecto de la vida: cómo actuar con justicia, amar con sinceridad y vivir en integridad. A medida que meditamos en la Escritura, el Espíritu Santo forma en nosotros un carácter semejante al de Cristo, permitiéndonos reflejar la luz de Dios en nuestras acciones diarias.
Edwin Ibarra
Médico Especialista en Cardiología y Ecocardiografía. Coach, conferencista y entrenador certificado por el Programa de John Maxwell, Pastor de la Red de Empresarios y Profesionales de Iglesia Bethania Quetzaltenango. Fundador de los Proyectos “Sanando el Corazón” y “Discipulado Empresarial 20/20”.
OpiniónValores
El valor de las pequeñas cosas
Tengo una fuerte inclinación por la apreciación de las flores, los colores, las formas, los olores y la incontable diversidad, pero de las flores que me hacen reflexionar, son estas pequeñas, de color amarillo vibrante que prosperan más en los días cálidos anunciando la llegada de la primavera, añadiendo un toque de color, luz y brillantez al paisaje, salpicando el césped con sus pétalos amarillos, siendo esta especie, un icono del despertar de la naturaleza, generalmente después del invierno.
El periodo de floración de estas chispeantes y coloridas flores amarillas, muchas veces tan pequeñas que a menudo consideramos una simple hierba pasando desapercibidas por transeúntes, tienen un ciclo de vida fascinante y lleno de sorpresas, ofreciendo una continua fuente de néctar para las abejas y otros polinizadores, contribuyendo con la supervivencia, la biodiversidad y no menos importante, aportando beneficios curativos.
La metamorfosis de esta pequeña plántula hasta convertirse en esa delicada esfera de semillas que bailan con el viento son un verdadero testimonio de resiliencia por la capacidad que poseen para prosperar en condiciones adversas, la belleza en su característico color y de valoración en las cosas pequeñas.
Seguramente si usted disfrutó jugando en la captura de estas enigmáticas flores para soplar sus semillas y pedir muchos deseos, es parte de la generación que coincide, que la naturaleza no solo es belleza, sino una recopilación de conocimientos.
El diente de león, siendo una flor tan pequeña, nos habla de resiliencia, adaptabilidad, disposición, libertad y flujo natural de la vida.
No escatime el valor de las pequeñas cosas; cada vez que divise a su paso esta pequeña y sencilla flor o para muchos “simple hierba” piense en el valor absoluto que existe hasta en las cosas más insignificantes.
Y sin después de esto, tiene duda del propósito de todo cuando hizo el creador, dirija su mirada a las pequeñas cosas, porque para Dios todo tiene sentido, buen inicio de semana.
Silvia Morales Paniagua
Docente de nivel primario y básico con Especialidad en Ciencias Naturales. Licenciada en Administración Educativa y Magíster en Educación Superior.
¿Por qué no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero?
“Puesto que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero; y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí”, (Rm 7, 18-25). En este breve texto se resume toda la ética paulina. Si Pablo afirmaba esto de sí mismo, es porque ya lo había experimentado en su propia vida. Posiblemente en su tiempo de perseguidor de los cristianos tuvo algún momento de lucidez ética, pero pesaba más su maldad, que la bondad de su vida.
Esta confesión de Pablo se repite a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pienso en este momento en el gran San Agustín de Hipona, quien por muchos años se vio dominado por el peso del mal reinante en su vida, hasta que lo alcanzó la misericordia de Dios, gracias a la intercesión de su madre santa Mónica. Años después, el gran iniciador de la vida monástica benedictina, San Benito de Nursia, experimentó en su propia vida el peso de sus propios pecados, y él dominó el pecado de algunos hermanos de su propia comunidad. Cuenta la historia que un día San Benito tuvo tentaciones carnales y se lanzó sobre una zarza. Se dice de él también, que un día uno de sus hermanos de comunidad lo quiso envenenar. Pero salió vencedor.
Para vencer al mal hay que hacer el bien. El problema es que no siempre hacemos el bien que queremos. Muchos de nosotros terminamos haciendo el mal que jamás soñamos hacer. Pensemos en nuestra propia realidad de pecado. En más de alguna ocasión, nosotros nos arrepentimos de ciertas acciones inmorales que hemos hecho, por ejemplo, una mentira, un chisme, un desliz carnal, etc. No lo queríamos hacer, pero terminamos haciéndolo. ¿Qué es lo que pasa dentro de nosotros? ¿Será que hay un demonio interno o un espíritu inmundo de esos que menciona Jesús en el evangelio, que nos impulsa a obrar mal?
Agrega Pablo: “Descubro, pues, en mí esta realidad: cuando quiero hacer el bien, me encuentro con el mal”. Uno sale de su casa tranquilo y en paz, pero en la calle a uno le pasan mil cosas. Nos pueden asaltar, robar, insultar, etc. El mal no se duerme y está, en todas partes, en personas concretas. En el tráfico no queremos insultar a nadie, pero más de alguna vez, por las estupideces que algunos conductores comenten, uno termina agrediéndolos verbalmente. ¿Por qué no somos capaces de quedarnos callados y mantener la paz? La respuesta es sencilla: porque somos libres.
Normalmente, no queremos “pelar” a nadie, pero cuando lo sentimos, ya hemos criticado un montón de veces a más de alguna persona. No queremos mentir, pero decimos “mentiras piadosas” a cada rato. No queremos decir malas palabras, pero las decimos en automático. No queremos ser corruptos, pero cuando se tiene la oportunidad de tomar dinero que no nos pertenece, lo hacemos.
Hay constantemente una desconexión entre la inteligencia y la voluntad, puesto que sabemos lo que tenemos que hacer, pero terminamos haciendo el mal que no queremos. Este es un drama interno constante. “Todos sabemos lo que nos cuesta hacer, a lo largo del día, el bien que la cabeza y el corazón nos dicen que tenemos que hacer: situar a Dios en centro de la vida, amar a los hermanos, incluso a los enemigos, vivir en esperanza, dominar nuestros bajos instintos”, (Aldazábal, 1998, pág. 207).
P. Orlando Pérez
Sacerdote católico, Licenciado en Teología, Licenciado en Psicología General, catedrático universitario, con una maestría en Docencia Superior Universitaria.
Entre fiambres y agradecimientos, no disfraces
Que noviembre sea un mes donde más familias disfruten de lo nuestro: el fiambre, los barriletes, las flores, el compartir en familia y los sabores que nos unen.
Cada año, al llegar los últimos días de octubre, las redes y las calles se llenan de disfraces, calabazas y dulces. Muchos disfrutan el Halloween como una actividad inofensiva de pedir dulces o una oportunidad para divertirse en familia. Lo respeto profundamente, porque en la crianza de cada hijo nadie debería imponer su manera de pensar.
Sin embargo, ahora que soy mamá, mi mirada hacia estas celebraciones es radical. Mi hijo aún no es consciente de lo que ocurre este día, pero yo sí lo soy. Conociendo el trasfondo de esta fecha, he decidido que no lo disfrazaré ni participaré en actividades de Halloween. Para nosotros será un día normal, porque me pregunto con convicción: ¿qué relación tienen las tinieblas con la luz?
Prefiero sembrar en mi hijo amor por nuestras raíces y por las tradiciones que realmente nos identifican como guatemaltecos.
Que noviembre sea un mes donde más familias disfruten de lo nuestro: el fiambre, los barriletes, las flores, el compartir en familia y los sabores que nos unen.
Y sí, hay tradiciones extranjeras que también pueden tener un hermoso sentido si las vivimos con propósito. En casa, por ejemplo, adoptaremos el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving), no por moda, sino por gratitud. Este noviembre celebraremos nuestro primer Thanksgiving, agradeciendo por la vida de mi bebé Máximo Caleb y por todo lo que Dios nos ha permitido vivir juntos.
Porque al final, cada familia tiene el derecho a ser guiada por sus valores, sus creencias y su forma de celebrar la vida.
Marleny Mejía Franco
Abogada y Notaria - Directora Ejecutiva de La Voz de Xela
Vanushka y el pecado de la tentación (cuento)
No encontró más respuestas que el asombro de lo simple: “Escribir su nombre, con algo que sirva para escribir, en un lugar vacío de su tumba”.
Érase una vez un hombre que, enloquecido por los delirios del amor no correspondido, decidió buscar la tumba de Vanushka: una gitana que, en su viaje por Xela, en Guatemala, cuentan que murió de amor y que desde entonces y desde su morada eterna, hace favores.
Cegado por ese último recurso para evaporar la magnánima exacerbación de su soledad, recorrió cantinas para que la gente le dijera, de alguna forma parecida a la ciencia, qué había que invocar ante la gitana para que se consumara el amarre y su amada Beatriz fuera finalmente siempre suya.
No encontró más respuestas que el asombro de lo simple: “Escribir su nombre, con algo que sirva para escribir, en un lugar vacío de su tumba”.
Avergonzado por su propio rostro exasperado, entró por la parte trasera del camposanto, conocida como la loma, a la medianoche. Borracho y enamorado, halló solitario el lugar donde el cuerpo de Vanushka fue enterrado tras diluirse en algo parecido a la amargura y descubrió tantos nombres de mujeres y hombres escritos por personas de otros tiempos que buscaron lo mismo en el otro mundo al no encontrarlo en esta tierra.
En un pequeño espacio, entre el nombre inentendible de un hombre y entre el nombre inentendible de una mujer, escribió con un trozo de carbón el nombre de Beatriz. Después se marchó por donde llegó.
Beatriz nació reflejando el cielo y el sol. Era de huesos largos, piel de Blancanieves y ojos de avellanas tiernas. Ultracatólica y liberal. Era una mujer que la sabiduría del tiempo no había podido repetir. Se conocieron en una fiesta modesta de cumpleaños siendo los amigos de otros amigos. Ella lo rechazó por muchos años e incluso llegó hasta odiarlo por su terquedad. Sin embargo, la función de lo que ningún humano puede comprender, comenzó a ejecutar en su corazón un mecanismo, que, hasta entonces, ella nunca supo que tenía: Las intensas ganas de estar con él y entregarle su vida.
Él encontró a Beatriz enamorada, rendida a sus pies y a lo que él mandara. Suya para siempre.
Beatriz se instaló en la sencilla casa apenas adornada con flores de plástico. Llevó sus muebles, su matrimonial cama de princesa, su colección de zapatos y vestidos y su alma. Sin embargo, con el paso de los días, lo que inició siendo un amor desesperado comenzó a llenar de frío todas las habitaciones de la morada, como si fuera una mala temporada.
La mujer enflaquecía más cada día. El brillo de sus ojos color miel estaba transmutando a un negro profundo que no mostraban pupilas y en cambio manifestaba el abismo. El encanto de su personalidad ahora intoxicaba el ambiente cada vez más y más helado. Sus palabras, que antes parecían poemas, ahora eran para él una inexorable redundancia que primero importunaba y luego causaba delirios que se consumaban en náuseas y vómitos.
Llegó a la conclusión de que lo que le había exigido a Vanushka, solo era un vago espejismo del amor y que Beatriz estaba siendo obligada, ya sin el arquetipo de la voluntad, a entregarse en cuerpo y espectro.
Cuentan que Vanushka fue abandonada por el amor de su vida y fue la vida misma, llena de vacío, la que terminó por consumir su inocente corazón.
Él abandonó a Beatriz a su suerte, una y otra vez, extasiado cada vez más por su propio terror. Pero a donde quiera que iba, ella siempre lo encontraba. Arrepentido por su propia desdicha, le contó la verdad como una resignación que le permitiera el derecho a la redención.
—¿Qué fue lo que me hiciste? —Le preguntó Beatriz con una furia sin irritación, con lágrimas que no enjuagaban sus marchitos ojos, con un alma que no era alma.
Sin embargo, Beatriz logró recuperarse y dicen que se fue a un lugar muy lejos después de recibir su libertad.
En cuanto a él, cuentan que se llevará a la tumba los sacrificios que tuvo que pagar para lograr el desamarre y devolverle a ella lo que le fue arrebatado.
Dicen que fue condenado, para siempre, a no conocer el amor.
Todavía aparece por las calles de Xela, envejecido y arrastrando los pies, como si cargara una cruz cada vez más pesada.
José J. Guzmán
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).
OpiniónLeyendas
Después de 43 años, otra final centroamericana
Quisiera conocer a la comadrona o al médico que trajo al mundo a este joven técnico que vino a romper récords en el medio.
Sin duda, el técnico Amarini Villatoro nació con una estrella. Ha tenido esa suerte de los últimos minutos, esa chispa para mantener con vida al equipo y seguir dando lucha. Quisiera conocer a la comadrona o al médico que trajo al mundo a este joven técnico que vino a romper récords en el medio. Sin duda alguna, es de esas personas que, en cualquier ámbito de la vida, traen consigo una “estrellita” en la frente. Vienen bendecidos.
En aquel entonces (1982) era un equipazo que nunca se pudo superar. Estaba bajo la dirección de un empresario exitoso, Domingo Lima, y como muchos jugadores de esa época lo describen, se “pasearon” por toda Centroamérica. Sin embargo, en la final solo pudieron obtener el tan ansiado subcampeonato centroamericano.
El partido de ida fue 2-1 en contra, en Honduras, y en el de vuelta bastaba anotar un gol para ganar la serie, ya que contaba el gol de visita. Pero, desafortunadamente, con un arbitraje desastroso, el partido terminó antes de tiempo en un bochornoso final: le habían anulado un gol a los Chivos. Quedó una gran frustración.
La dádiva del futbol se retiró parcialmente, y el equipo, en lugar de continuar en esas luchas, bajó los brazos. Pero en 1986 un quetzalteco que amaba su tierra, Julio Pacheco, llegó a ser presidente del club y convocó a otras figuras del fútbol, como Rolando Pineda Lam y Fernando Rodríguez Deyet, uno más poderoso que otro, por supuesto. Intentaron llevar al club nuevamente a la gloria, primero buscando el campeonato nacional para obtener el boleto internacional. En 1989, tras la remodelación de la gramilla del Mario Camposeco por parte de la CDAG, con un equipo muy bien armado, se jugó en cancha prestada —el “Marquesa de la Ensenada”— y se clasificó. Sin embargo, en la hexagonal final, aun con refuerzos de lujo como el arquero exmundialista Ricardo Guevara Mora y el argentino formado en River Plate, suplente del famoso “Beto” Alonso —una contratación de primer nivel gestionada por Pineda Lam—, no se logró el objetivo. A pesar de volver a jugar en Quetzaltenango con gramilla nueva, fue otra “cuña” para que los empresarios se decepcionaran, viendo que sus inversiones no daban frutos. Luego se fueron, y dos años después el club descendió.
Cuento estas pequeñas historias porque antes eran dádivas del futbol las que llegaban a invertir; ahora son marcas y empresas que apuestan al fútbol para promocionarse. El Club Xelajú MC hoy día tiene más de 28 patrocinadores, desde los más fuertes —como la telefonía— hasta los más pequeños, que colaboran con canje de materiales de construcción para mejorar la infraestructura del estadio. Un éxito de la Junta Directiva, que cubre una planilla mensual de un millón y medio de quetzales.
La noche del miércoles fue cardiaca, como en otros títulos. Por ejemplo, ante Antigua, el sexto título se definió hasta el minuto 86, con gol de Frank de León, en una remontada memorable. Luego, en el último campeonato, en 2024 frente a Cobán, fue hasta el minuto 93, en tiempo de reposición, cuando cayó el gol del empate para forzar los tiempos extras. Más tarde, el gol del título, de Harim Quezada, desató la locura del séptimo campeonato.
En esta época del técnico Amarini Villatoro, varios partidos se definen en los últimos minutos. Pero los más trascendentales fueron, por ejemplo, el partido de cuartos de final en Panamá: al minuto 85 se marcó un penal en contra y Sporting San Miguelito empató la serie 2-2, llevándola a tiempos extras. En el último minuto (119’), Romario anotó un gol de antología —que quizá nunca volverá a hacer— y dio el pase a semifinales.
Ya en semifinales de la Copa Centroamericana, tras empatar 1-1 en Honduras, los Chivos necesitaban solo el 0-0 para avanzar. Pero Real España se puso en ventaja. En el último minuto de reposición (96’), Juan Luis Cardona marcó un gol agónico que forzó el alargue. El empate persistió y todo se definió en los penales: una verdadera lotería. Los chivos hicieron ingresar al minuto 120 al arquero Lobos, más elástico y atajador que Silva, según los entrenamientos.
El desenlace ya todos lo conocen: cuatro penales fallados por los catrachos y acierto total de Xelajú, con el quinto y último tiro convertido por Fredy Góndola, el panameño que desató una dosis de felicidad no vivida desde 1982. ¡Cuarenta y tres años pasaron para volver a una final centroamericana!
El técnico Amarini Villatoro nació con una estrella. Ha tenido esa suerte de los últimos minutos, esa chispa para mantener con vida al equipo y seguir dando lucha. Quisiera conocer a la comadrona o al médico que trajo al mundo a este joven técnico que vino a romper récords en el medio. Sin duda alguna, es de esas personas que, en cualquier ámbito de la vida, traen consigo una “estrellita” en la frente. Vienen bendecidos.
Hugo Siliezar López
OpiniónCopa Centroamericana
Ventas formales con estructuras formales
Este hecho, realizado de manera descarada e impune, pone de manifiesto la falta de control y el tráfico de influencias que tienen estos comerciantes.
En Quetzaltenango, el fin de semana, vecinos que tienen negocios ubicados en la 15 avenida, alrededor del mercado La Democracia, denunciaron a varios medios de comunicación que comerciantes con ventas instaladas en las aceras, durante las horas de la noche, invadieron el espacio público y, con herramientas grandes y profesionales, levantaron estructuras metálicas para colocar sus ventas en el lugar destinado a los peatones.
Este hecho, realizado de manera descarada e impune, pone de manifiesto la falta de control y el tráfico de influencias que tienen estos comerciantes con las autoridades locales, quienes no se manifiestan, no los multan y tampoco los desalojan por esta invasión al espacio público. Es importante destacar que el supuesto comercio informal está organizado, ya que estos comerciantes tienden a ocupar determinados espacios geográficos, generando una precaria presentación para la ciudad.
Como se ha analizado en otras ocasiones, por la manera en que actúan, no se trata de comerciantes informales o pequeños emprendedores que provienen de lugares vecinos; más bien, son comerciantes con grandes capitales para adquirir mercancía y con la capacidad de pagar por la instalación de estructuras en espacios públicos.
Esto se puede constatar al recorrer las calles y avenidas alrededor de los mercados, donde se observa la oferta de una gran variedad de productos, como prendas de vestir, zapatos, utensilios y hasta artículos de oro y plata, entre otros.
Los comerciantes que se autodenominan informales y que invaden el espacio público urbano aún se dan el lujo de contratar personal para atender los negocios ubicados en la calle, pero no cumplen con el pago del salario mínimo, el IGSS ni prestaciones, y muchos de los empleados son menores de edad. Por todo ello, es fundamental que las autoridades competentes actúen para evitar que este desorden siga creciendo en la ciudad.
Vilma del Rosario Xicará
Con más de 20 años de experiencia en finanzas, auditoría pública, impuestos y rendición de cuentas. Docente universitaria, Contadora Publica y Auditora, y Dra. en Auditoría Gubernamental y Rendición de Cuentas y Transparencia en la función pública.
OpiniónQuetzaltenango
El Xelajú MC que nos toca vivir
Nuestra generación tiene el privilegio de presenciar este momento histórico, uno que muchos solo conocían por los relatos de 1982.
Hay momentos en la vida de los pueblos que trascienden lo cotidiano, que se graban con fuerza en la memoria colectiva y pasan a formar parte de su identidad. Hoy, Quetzaltenango vive uno de esos instantes, en sus 500 años de fundación y sus 200 años como ciudad, a través de la gloria de Xelajú MC.
Lo que está logrando Xelajú MC en la Copa Centroamericana no es solo una hazaña deportiva: es un símbolo de lo que somos como ciudad y como generación. Y por generación no nos referimos únicamente a los hijos o a los padres, a los jóvenes o a los adultos, sino a todos los que estamos vivos en este aquí y ahora.
Después de más de cuatro décadas, tras la final de la Copa Fraternidad contra Real España en 1982, el equipo superchivo vuelve a una final centroamericana. Cada paso dado en esta travesía ha estado acompañado de sacrificio y fe que no conoce fronteras. Desde los viajes interminables hasta una pasión que nunca se agota, que resiste y que parece ser un don exclusivo de quienes aman a Xelajú.
Nuestra generación tiene el privilegio de presenciar este momento histórico, uno que muchos solo conocían por los relatos de 1982, cuando Xelajú disputó su primera final internacional. Hoy somos nosotros quienes vemos cómo se escribe una nueva página en la historia del futbol guatemalteco, con la bandera de Quetzaltenango ondeando con orgullo.
Este logro trasciende los límites del deporte. Lo visto y vivido la noche del 30 de octubre es ahora un sentimiento compartido por todos: la certeza de que esta generación está viendo cómo la historia se escribe frente a nuestros ojos.
La Voz de Xela
EditorialXelajú MC
La influencia emocional de la mejor afición del país
También genera un vínculo afectivo, similar al de una relación amorosa, donde se experimentan orgullo, decepción, fidelidad, reconciliación y otras emociones.
No es ningún secreto que la mejor afición del país es la de Xela. A todos nos invade la emoción al escuchar más de 12 mil voces al mismo tiempo alentando al Club Deportivo Xelajú M.C., con sus característicos cantos y, sobre todo, al entonar Luna de Xelajú.
Pero, ¿por qué influye de forma emocional tanto en los jugadores como en los espectadores?
El futbol no solo es un deporte; en todos los casos genera un sentido de pertenencia, una satisfacción por formar parte de un grupo colectivo o pertenecer a una comunidad. Para la afición, no solo es pasión deportiva, sino afinidad por un mismo objetivo. Cubre la necesidad humana de pertenencia e identidad y ayuda a desarrollar una sana expresión emocional.
También genera un vínculo afectivo, similar al de una relación amorosa, donde se experimentan orgullo, decepción, fidelidad, reconciliación y otras emociones. Esto se debe a una descarga de endorfinas y dopamina, sustancias encargadas de promover emociones positivas —y en algunos casos negativas— en el cerebro.
Pero no solo influye emocionalmente en los aficionados, sino también en los jugadores. Cuando una afición representa fidelidad a su equipo, como lo hace la del Xelajú, proporciona energía y motivación para seguir adelante; por lo tanto, refuerza la determinación de un jugador para anotar un gol y ganar. Este apoyo emocional puede impulsar el sentido de responsabilidad de los futbolistas y, como consecuencia, generar confianza en sí mismos.
Hoy hablaremos únicamente de los impactos positivos que genera el apoyo de una gran afición. Los cantos y aplausos producen adrenalina, determinación y deseo de triunfo. Los jugadores saben que representan una identidad, lo que refuerza su compromiso y los impulsa a “devolver” y agradecer el respaldo que reciben. El reconocimiento de sus logros fortalece la confianza y mejora la autoestima. Pero, sobre todo, sobresale el ambiente de unidad que genera una conexión profunda entre afición y jugadores.
Al final, no solo compiten los jugadores; también influye la forma en que late el corazón de los miles de aficionados Chivos que encuentran en el equipo Xelajú M. C. una manera de sentir todas esas emociones. Porque ayer vimos lágrimas de felicidad, amor y pertenencia.
¡Felicidades a todos los Superchivos!
Crysta Nowell
Psicóloga Industrial / Organizacional, Magíster en Gestión del Talento Humano, asesora en procesos de recursos humanos, capacitadora y especialista en reclutamiento y selección de personal.
OpiniónPsicología









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